La antigüedad de Sigüenza

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Sigüenza es una ciudad orgullosa, y con motivos para ello, de su pasado medieval. El castillo, imponente como pocos, que domina la población, la recia catedral, con su estética de fortaleza, las calles estrechas empedradas, la plaza presidida por el ayuntamiento…todo nos transporta a la época de la reconquista, de los obispos guerreros seguntinos, de la tierra de frontera que vio cómo la guerra se alejaba cada vez más con el paso de los siglos mientras mantenía una personalidad única que todavía hoy conserva.

Sin embargo, pocas veces repara el visitante en la verdadera antigüedad de la ciudad mitrada. Sigüenza no nace fruto del avance castellano sobre el poder musulmán, pues este hecho, lejos de ser el comienzo de sus días apenas supone un punto y seguido en su larga historia, ya que Sigüenza hunde sus raíces en épocas aún más lejanas, que nos proponemos mostrar, muy brevemente, en estas líneas.

Los restos humanos más antiguos de la zona proceden del Paleolítico y el Neolítico, siendo abundantes los de la Edad del Hierro, que es cuando parece que se fija la población en la ribera del río opuesta a donde se enclava la ciudad actual. Es en esta zona, posiblemente en lo alto del monte de Villavieja, donde se edificó el castro celtíbero llamado Segontia o Sekotias, que significaría “la que domina el valle”, aunque algunos historiadores lo sitúan en el cerro Mirón, donde existen restos de un castro circular amurallado.

Sea en un monte o en otro, Segontia debió ser un poblado de cierta importancia. Polibio y Estrabón afirman que perteneció a los arévacos, pueblo guerrero que se extendía principalmente por las actuales provincias de Burgos, Soria, Segovia y Guadalajara, mientras que Tito Livio indica que era una de las seis poblaciones principales de esta tribu celtíbera.

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Extensión aproximada de la tribu de los arévacos (http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Arevacos224.jpg)

Se dice que Segontia sufrió el asedio cartaginés en el siglo III a.C., lo cual no es improbable dada su situación geográfica. Tampoco debió ser ajena aquella Segontia a las llamadas Guerras Celtíberas entre romanos y nativos en el siglo II a.C., cuyo episodio más conocido fue el sitio de Numancia, que confirmó la conquista romana de la comarca. Una vez pacificada la zona, los romanos usaron Sigüenza como punto de vigilancia de la vía de comunicaciones que unía Emerita Augusta (Mérida) con Cesar Augusta (Zaragoza). Esta ruta, una de las más importantes del interior peninsular, estaría necesitada en un principio de protección militar para asegurar el control del centro de la península.

A lo largo de la dominación romana de Hispania, muchos núcleos defensivos se trasladaron de las cumbres de los montes a zonas de vega, más productivas y cómodas, al no existir ya necesidad imperiosa de defensa, una vez instaurada la paz en la provincia hispana. Ese parece ser el caso de Sigüenza, cuyos habitantes debieron comenzar a asentarse cerca de la vega, cerca del actual paseo de la Alameda, abandonando el cerro. Así, manteniendo la antigua fortaleza arévaca como plaza fuerte, los romanos fundaron una nueva ciudad en la vega del río, cuyo urbanismo apenas podemos intuir, ante la escasez de restos. En ese sentido, podemos citar la existencia de un monumento de época de Constantino bajo el convento de las Ursulinas, restos de una villa romana en la Alameda, así como algunos vestigios arquitectónicos dispersos y mosaicos en las cercanías del puente, complementados por conjuntos de monedas encontradas en esa zona.

Alcantarilla romana

Alcantarilla romana en la carretera de Mandayona a Sigüenza (Legado de Layna Serrano (CEFIHGU) http://cefihgu.es/archivo/dc.html?id=2517)

El tránsito de mercaderes, tropas y viajeros por la ciudad debió ayudar mucho a su prosperidad, y se cree que la zona estuvo densamente poblada durante el dominio romano (baste recordar la presencia de villas romanas cercanas en Mandayona y Palazuelos, por ejemplo). De esta vía de comunicación podemos encontrar indicios en la carretera que llega desde Mandayona, donde quedan restos de un puente y una alcantarilla que formarían parte de la calzada. Posiblemente fue en las últimas décadas del imperio, en el siglo IV, cuando, convertidos los emperadores al cristianismo, y gracias al auge de la ciudad, Sigüenza adquiriera la categoría de sede episcopal, aunque este hecho no ha podido ser probado, y posiblemente no sea más que una leyenda.Via Romana

Vía romana en las cercanías de Sigüenza (Legado de Layna Serrano (CEFIHGU) http://cefihgu.es/archivo/dc.html?id=2539)

Tras los romanos, y una vez superado el caos de las invasiones bárbaras, los visigodos habitaron y controlaron la zona, como muestran los restos arqueológicos encontrados en las cercanías. Según García Moreno, catedrático de la Universidad de Alcalá, el propio nombre de Sigüenza tendría origen germánico, y vendría a significar algo así como “la victoriosa”.

Bajo el actual castillo medieval se encuentran los restos de otro más antiguo, apenas una torre, construido en el siglo V por los visigodos, lo que demuestra la importancia estratégica de la zona también en este periodo, y el papel de Sigüenza como eje vertebrador de la comarca. Es en esta época cuando podemos afirmar sin duda alguna que la ciudad había alcanzado categoría de sede episcopal, pues existe testimonio de la asistencia de un obispo seguntino llamado Protógenes al III Concilio de Toledo (año 589). Este obispo, el primero de los de Sigüenza de quien se conoce el nombre, presenció uno de los concilios más importantes de la época: la conversión del rey Recaredo del arrianismo al catolicismo, que tantas implicaciones políticas tendría en un futuro.

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La conversión de Recaredo, por Muñoz Degrain (1888)

Es durante el dominio visigodo cuando la población de Sigüenza se traslada a la otra ribera del río, quedando repartida entre población visigoda, cerca del castillo, e hispano-romana, cerca del río. Será en este “barrio” hispano-romano donde se construya la iglesia de Santa María de los Huertos, cuyos restos han quedado sepultados bajo el posterior convento de las Clarisas, en las cercanías del parque de la Alameda.

Este papel preponderante de la ciudad desaparecerá durante el dominio musulmán desde el siglo VIII. Sigüenza, situada en una peligrosa zona de frontera entre cristianos y musulmanes, se ve reducida a una pequeña población musulmana en el entorno del castillo, rodeada por escasos núcleos de mozárabes, posiblemente asentados en la vega, y seguramente una pequeña comunidad judía, pues al ser conquistada la ciudad por los castellanos se menciona la presencia de hebreos, cuyo origen desconocemos. Es entonces cuando la zona alta sufre algunos cambios: la torre visigoda se transforma en una poderosa alcazaba árabe, y se construye una mezquita, que con la conquista pasará a ser iglesia cristiana. Como se puede comprobar por estas transformaciones, Sigüenza pasa de ser una población agrícola en una ruta comercial, a ser poco más que una guarnición militar fronteriza. La ausencia de menciones del municipio en la documentación cristiana y musulmana altomedieval evidencia el grado de decadencia al que había llegado Sigüenza y su entorno, prácticamente despoblados y en tierra de nadie, y sometidos a saqueos por parte de los dos contendientes. Es muy probable, por tanto, que Sigüenza sobreviviera casi exclusivamente por necesidades militares del califato, y posteriormente de la taifa de Toledo, al ser un enclave de gran valor defensivo a la vez que un lugar muy peligroso para la población civil.

El municipio, perdida su preeminencia, pasará a ser dependiente de Medinaceli, hasta que en el siglo XII sea conquistado por Castilla y se restituya la sede episcopal. A partir de este momento, concretamente en 1123, comienza la historia documentada de Sigüenza, de la que ya iremos hablando más adelante.

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